La metáfora sobre el jardín y su parangón con la vida es ya un lugar común, pero no menos sabia: uno debe cuidar el jardín, y ello se hace con mucho esfuerzo.
Por eso, para muchos, ir a la quinta o simplemente tener “un rato libre” se transforma al final en una obligación y en un trabajo: “Uf, me esperan los pastos”, decimos, adjudicándoles a los guachos jodido carácter humano. Y si no, vean la sobreexigencia del cortado de yuyos: no sólo se trata del pedazo de yuyo o pasto franco, esto es, el patio, el terreno que hay que embellecer o domar según los casos.
Hay otros pastitos ladinos que crecen en la vereda, en los intersticios que hay entre las baldosas, en el hueco donde se yergue el árbol, o hasta en las grietas de una pared: allí hay yuyos que deberías cortar con la misma empecinada dedicación que cortás los otros, jardinerito fiel...
Pueden ser yuyos de diferente especie y requieren por lo mismo respuesta personalizada. Vayan contando diferencias, entonces: los yuyos y pastos del jardín son masivos, homogéneos, tienen un espacio delimitado pero grande; los yuyitos periféricos son pocos, están en lugares específicos; a los primeros uno le entra con la cortadora, la bordeadora, la guadaña o el método grosero que empleen, a los segundos, hay que encararlos artesanalmente. Al final de la jornada, sacarlos casi demanda tanto tiempo como el jardín entero. Después queda el capítulo limpieza de los pastos cortados, pero eso es otro Toco y Me Voy.
Estas pequeñas malezas de las que venimos hablando pueden ser atacadas con la bordeadora, pero no las saca de raíz, sólo las corta: volverán a nacer. Les ruego que no sean chambones con la bordeadora: al aplicarla en un punto tan pequeño y determinado, nos acercamos inconscientemente con la dedicación del trabajo fino. Y podemos quedarnos con media zapatilla, con corte de uñas incluido, en cuestión de segundos. Hay otras formas, más civilizadas, de cortarse las uñas de los pies. De una, o de uña, se los digo...
Se puede sacar a unas cuantas malas hierbas de raíz, pero eso requiere que uno se agache, piernas entreabiertas, tome con las dos manos el yuyo en cuestión y tire con constipada fuerza (disculpen la delicadeza) hacia atrás. He sabido de vecinos respetables a quienes hubo que auxiliar porque súbitamente se cayeron de espaldas en la vereda en el trámite de intentar sacar un yuyo rebelde.
Esta tarea, la de sacar los yuyos periféricos, la empresa residual por decirlo de algún modo, requiere otras herramientas: pueden ser la pala y la bordeadora, pero ya no sirve la cortadora de césped. También se usan cuchillos, cuchara de albañil, y hay hasta preciosistas, miniaturistas que se manejan con alicates y pinzas de depilar. Una cosa es cuidar el propio jardín, y otra es malenseñarlo, carajo.
Y nos vamos yendo, despacio. Cuando uno corta los yuyos, resulta que sólo está haciendo la tercera parte de todo el trabajo. El segundo tercio son los yuyitos sueltos aquí y allá que quedan más en evidencia si todo está cortado. Una señora elegante (a propósito de largas horas de trabajo para ofrecer un jardín cuidado, para que vos, despreocupado de miércoles, vengas y pises sin siquiera admirar) no puede tener hermoso peinado nuevo y andar con canutos en las piernas. Disculpen nuevamente la delicadeza. Así que hay que sacar los yuyitos también porque hacen a la metáfora general. Yo todavía debo exfoliar el jardín entero. ¿Sabés lo que podés hacer con la metáfora, vos, no?
TEXTOS. Néstor Fenoglio (nfenoglio@ellitoral.com).
DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI (lzewski@yahoo.com.ar).
Fuente: Diario El Litoral - Revista Nosotros
¿Qué cosa buena o bella conocen que no requiera esfuerzos? Ya lo dijo Francisquito Bernárdez: ...
“Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado” (sigan esa línea, mis chiquitos, ahórrenme palabras que ya conocen...) y así cada jardín, cada patio, incluso cada casa es un edicto, un manifiesto, respecto de cómo es su dueño. Yo, por ejemplo, cuando veo todo impecable, me pregunto (además de admirar) dónde tiran la tierrita sobrante, dónde están los yuyos, cuándo y cómo los cortan.Por eso, para muchos, ir a la quinta o simplemente tener “un rato libre” se transforma al final en una obligación y en un trabajo: “Uf, me esperan los pastos”, decimos, adjudicándoles a los guachos jodido carácter humano. Y si no, vean la sobreexigencia del cortado de yuyos: no sólo se trata del pedazo de yuyo o pasto franco, esto es, el patio, el terreno que hay que embellecer o domar según los casos.
Hay otros pastitos ladinos que crecen en la vereda, en los intersticios que hay entre las baldosas, en el hueco donde se yergue el árbol, o hasta en las grietas de una pared: allí hay yuyos que deberías cortar con la misma empecinada dedicación que cortás los otros, jardinerito fiel...
Pueden ser yuyos de diferente especie y requieren por lo mismo respuesta personalizada. Vayan contando diferencias, entonces: los yuyos y pastos del jardín son masivos, homogéneos, tienen un espacio delimitado pero grande; los yuyitos periféricos son pocos, están en lugares específicos; a los primeros uno le entra con la cortadora, la bordeadora, la guadaña o el método grosero que empleen, a los segundos, hay que encararlos artesanalmente. Al final de la jornada, sacarlos casi demanda tanto tiempo como el jardín entero. Después queda el capítulo limpieza de los pastos cortados, pero eso es otro Toco y Me Voy.
Estas pequeñas malezas de las que venimos hablando pueden ser atacadas con la bordeadora, pero no las saca de raíz, sólo las corta: volverán a nacer. Les ruego que no sean chambones con la bordeadora: al aplicarla en un punto tan pequeño y determinado, nos acercamos inconscientemente con la dedicación del trabajo fino. Y podemos quedarnos con media zapatilla, con corte de uñas incluido, en cuestión de segundos. Hay otras formas, más civilizadas, de cortarse las uñas de los pies. De una, o de uña, se los digo...
Se puede sacar a unas cuantas malas hierbas de raíz, pero eso requiere que uno se agache, piernas entreabiertas, tome con las dos manos el yuyo en cuestión y tire con constipada fuerza (disculpen la delicadeza) hacia atrás. He sabido de vecinos respetables a quienes hubo que auxiliar porque súbitamente se cayeron de espaldas en la vereda en el trámite de intentar sacar un yuyo rebelde.
Esta tarea, la de sacar los yuyos periféricos, la empresa residual por decirlo de algún modo, requiere otras herramientas: pueden ser la pala y la bordeadora, pero ya no sirve la cortadora de césped. También se usan cuchillos, cuchara de albañil, y hay hasta preciosistas, miniaturistas que se manejan con alicates y pinzas de depilar. Una cosa es cuidar el propio jardín, y otra es malenseñarlo, carajo.
Y nos vamos yendo, despacio. Cuando uno corta los yuyos, resulta que sólo está haciendo la tercera parte de todo el trabajo. El segundo tercio son los yuyitos sueltos aquí y allá que quedan más en evidencia si todo está cortado. Una señora elegante (a propósito de largas horas de trabajo para ofrecer un jardín cuidado, para que vos, despreocupado de miércoles, vengas y pises sin siquiera admirar) no puede tener hermoso peinado nuevo y andar con canutos en las piernas. Disculpen nuevamente la delicadeza. Así que hay que sacar los yuyitos también porque hacen a la metáfora general. Yo todavía debo exfoliar el jardín entero. ¿Sabés lo que podés hacer con la metáfora, vos, no?
TEXTOS. Néstor Fenoglio (nfenoglio@ellitoral.com).
DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI (lzewski@yahoo.com.ar).
Fuente: Diario El Litoral - Revista Nosotros
cheer
ResponderEliminarMe gustaría conoce los yuyos y saber cómo se combaten este año es un caos por todos lados y yo ignoro lo que hay que hacer. ¿Cómo se hace? spy de las personas que sí me caigo, me levanto me vuelvo loca sacando de a uno perono llego nunca a hacer todo. Necesito ayuda ¿Usa pueden orientarme? fotos, tratamientos ... Mil gracis Amalia
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