La metáfora sobre el jardín y su parangón con la vida es ya un lugar común, pero no menos sabia: uno debe cuidar el jardín, y ello se hace con mucho esfuerzo. ¿Qué cosa buena o bella conocen que no requiera esfuerzos? Ya lo dijo Francisquito Bernárdez: ... “Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado” (sigan esa línea, mis chiquitos, ahórrenme palabras que ya conocen...) y así cada jardín, cada patio, incluso cada casa es un edicto, un manifiesto, respecto de cómo es su dueño. Yo, por ejemplo, cuando veo todo impecable, me pregunto (además de admirar) dónde tiran la tierrita sobrante, dónde están los yuyos, cuándo y cómo los cortan. Por eso, para muchos, ir a la quinta o simplemente tener “un rato libre” se transforma al final en una obligación y en un trabajo: “Uf, me esperan los pastos”, decimos, adjudicándoles a los guachos jodido carácter humano. Y si no, vean la sobreexigencia del cortado de yuyos: no sólo se trata del pedazo de yuyo o pasto franco, esto
Noticias de ecología, paisajismo y jardinería